sábado, 2 de octubre de 2010

VISICITUDES DE UNA CICLISTA INCIPIENTE





















Hace algo ya más de un mes que me dio por montar en bici. Lo que empezó como “voy a dar un paseíto” se ha convertido en una costumbre y prácticamente monto en bici a diario. La verdad es que me encanta y me he enganchado, ya no sólo por el tema de generar endorfinas, ya sabéis, esas pequeñas proteínas que produce el cerebro cuando hacemos ejercicio y que nos proporciona una sensación de bienestar, sino además, porque me cargo de energía a través de los árboles, las plantas, el cielo… la naturaleza en general (en mi caso la que puedo encontrar en el parque de El Retiro) y no a través de otros seres humanos, cómo hacemos erróneamente las personas.

Al principio iba con una camisetilla y unos pantalones cómodos, ahora parezco la Barbie ciclista, no me falta ni un detalle, voy con casco, maillot (rosa fuerte, ideal), mallas, gafas, guantes… Bueno un detalle quizás si me falte, las zapatillas de ciclista que cómo no me llega el presupuesto de momento pues ando con unas normales… por cierto, calzo el 41 (ya lo sé, tengo un pie grande, pero ¿qué esperáis si mido 1.70?), lo digo porque se acercan las Navidades y si no caen en fechas tan señaladas que diría el rey en su discurso de Nochebuena, siempre queda mi cumple que es por marzo… jejeje!

El atuendo es muy importante, además de que he constatado la erótica del uniforme (he tenido que oír todo tipo de comentarios y miradas lascivas de machos ibéricos sólo porque me ven vestida como Alberto Contador, aunque con más glamour), he hecho algunos descubrimientos, a saber:

- Las gafas de sol, muy importantes, no sólo protegen del sol sino también de otras partículas flotantes que se te meten en los ojos, especialmente en un día de viento. Un día se me debió meter un elefante volador en un ojo… qué mal lo pasé! Hablando de “partículas”, estoy pensando en comprarme un bozal… ¿Habéis comprobado el parabrisas y el parachoques de vuestro coche después de haber hecho un viajecito por una carretera comarcal? Pues bien, algo me ha entrado involuntariamente (puntualización necesaria) en la boca esta mañana… no quiero saber que era, lo he escupido a la velocidad del rayo pero ya se me ha puesto mal cuerpecillo… aggghhhh!
- Las mallas de ciclista, fundamentales, tienen una protección de gomaespuma en salva sea la parte que me abrió las puertas del confort… yo en eso soy de la opinión de Greenpeace: hay zonas que es necesario proteger y salvaguardar. No os imagináis que dolor se puede llegar a tener en el “potosí”, perineo y cuartos traseros.
- Maillot que proteja del sol y del viento y que no pese, y, por supuesto, que sea transpirable, aunque para mi gusto quizás lo vea un poco ajustado, sobre todo para una servidora que es de busto generoso.
- Casco, por aquello de que si te pegas una galleta la cabeza esté protegida, aunque un día se me enganchó una rama de un árbol al casco y casi me veo como el muñequito del Fary colgando del espejo retrovisor de un coche.
- Guantes, para que no se resbalen las manos de los manillares y para evitar callos… sin comentarios.
- Zapatillas de ciclista, como no las tengo no puedo hacer apreciaciones sobre ellas pero molan un montón.

Ahora quiero pasar a un tema espinoso: el carril-bici. El carril-bici se ha tomado por el pito del sereno, por allí circulan viandantes, patinadores, corredores, señoras con los carritos de la compra, señores con los carritos del bebé, niños jugando, etc. Con lo cual, los ciclistas tenemos que ir sorteándolos como en una carrera de obstáculos. Y si vas a toda pastilla, que para eso se trata del carril-bici, te ves en situaciones peligrosas. Más de una vez casi me como a alguien o me he visto obligada a dar un frenazo. No me malinterpretéis, no me importa compartir el carril bici con otras “especies” que no sean ciclistas, especialmente cuando la calle es estrecha, pero cuando se trata de una calle ancha como es la calle O’donnell, no entiendo la manía de la gente de ir por el carril bici, debe ser que les atrae su color rojo (bueno, más bien teja) o que piensan que es el camino de baldosas amarillas que les llevará al mago de Oz. Eso sí, que no se me ocurra ir por la acera cuando se acaba el carril bici porque siempre habrá una señora (no sé por qué, siempre son señoras) que se pondrá a protestar como una posesa. Lo de ir por carretera ni me lo planteo, y menos en Madrid, esto es una jungla urbana y no me apetece perder la vida, es que me he cogido mucho cariño.

Quisiera reseñar algo sobre el ciclista varón. Por regla general, los hombres no aguantan que una chica les adelante o vaya más deprisa que ellos. No lo soportan. Se pican y hasta que no me adelantan no paran. No sé si será que son muy competitivos o que ven peligrar su hombría (ya ves tú…)

Por último hablaré de algunos obstáculos que me he ido encontrando en mi periplo “bicicletero”:

- Las palomas. Las palomas de Madrid están resabiadas. O se lanzan en picado a por ti en plan kamikaze o pasan de moverse cuando están en el suelo, deben de pensar “yo estaba primero, apártate tú” y yo pienso “muévete tú, petarda, que tú tienes alas y puedes alzar el vuelo, a mí la ley de la inercia me lleva directamente a ti y cómo voy a todo tren me voy a dar una o**** gótica”.
- Botellas rotas y latas en el carril bici… sí, muy divertido…
- Piedras, palos y accidentes geográficos en el parque. El mundo salvaje es lo que tiene.
- El más peligroso: el típico padre que está haciendo el “gumia” con la pelota en el parque en la zona de ciclistas y patinadores y que lanza la pelota entre las ruedas de mi bici… Vi toda mi vida pasar en un segundo, menos mal que iba pisando huevos.

Hasta aquí mi crónica ciclista, espero que os haya gustado. Un abrazo.